lunes, 20 de abril de 2009

Laura nocturna



Brumas sobre la tarde.

En cuclillas, el sol tiñe de un púrpura intenso la ciudad. El día es un soplo sonrojándose ante una luna esquiva. Hiede a Buenos Aires en los subtes atestados de cuerpos anhelantes de regreso.

Un tango ronca alborozando el aire.

El perfil de Laura resplandece iluminado por el neón de una vidriera. Parece un ángel. Sus finos rasgos esconden un cansancio casi irreal. No ha dormido en dos días y le duelen las piernas de caminar. Debería haber ido a descansar un par de horas, cambiarse las botas de taco aguja, al menos; aunque sabía que no era lo mismo sin ellas. Además no podía perder tiempo, la cuota del colegio de Matías cayéndole encima...

Su rostro se enciende al pensar en él.

Sin darse cuenta y de modo automático, tantea en el fondo de la cartera el espejito que le regalara su hijo. Mira con displicencia la imagen que le devuelve el espejo de sus cabellos y sonríe al descubrirlos añil tornasolados.

En ese instante y reflejado en él, ve acercarse al reluciente auto negro que se detiene justo frente a ella. Lo de siempre – piensa – Ahora bajará la ventanilla y otra vez la misma pregunta rasgando el aire: - ¿Cuánto, princesa?

Sin embargo, esa noche no sería igual.

Ya en el interior del auto y envuelta en el aroma dulzón de un habano se inquieta frente a esa presencia extraña. Mucha agua bajo el puente - piensa – ¿Qué le ocurría entonces? ¿Por qué ese desasosiego?

Prefiere poner su mente en blanco. No había otra opción.

El vehículo retoma por Callao hacia Libertador con un andar casi felino; es europeo, grande… quizá un Volvo o un Saab. Desde niña le habían atraído los autos. Se acomoda en el asiento, buscando distender un poco sus músculos. Disfruta del aroma a cuero y a raíz de nogal del tablero y mira con disimulo a su conductor. Manos grandes y cuidadas.

¿Cuándo se decidiría a hablarle?

El auto se detiene con el semáforo rojo de Dorrego, puede sentir su mirada atravesándola.

Amarillo, verde... Dorrego a la derecha, entrada principal y cochera fija en la playa del Hipódromo.

Ya en la confitería y sin haber emitido un solo sonido hasta el momento, el hombre del habano deja oír su áspera y educada voz:

- Para mí lo de siempre, Juan.
- Sí señor, un Roy Leben. ¿Y para la señora? - pregunta guiñándole un ojo de manera cómplice.

Esto incomoda a Laura que se revuelve en la silla. ¿Por qué?. Ella sabía bien lo que venía después. Vaya si lo sabía...

De pronto se da cuenta que ha quedado sola frente a él y baja la mirada. El mozo vuelve casi de inmediato con ambas copas, interrumpiendo su pensamiento: – Champagne para la señora...

Por fin sabría que hacer con sus manos.

Laura bebe un sorbo de modo sensual. La divierten las burbujas en su boca. Ensaya una mirada pícara y sólo logra turbarse aún más. ¿Por qué esa desazón? En cualquier momento le dispararía el archiconocido “Cuánto, princesa…?”

El hombre del habano le clava nuevamente los ojos y con un murmurar, pregunta:
- ¿Qué lugar ocupa el amor en tu vida?

Y sin dejarla responder, agrega:
- Porque hoy, hoy sólo hablaremos de amor.

Piedra libre para la escurridiza luna que resurge entre las brumas.

Como Laura.
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domingo, 19 de abril de 2009

el niño adentro



otra doménica. y para saturarnos un poco más todavía, un cielo que no es ni chicha ni limonada.

don uorrrui, virutita - me bate chuavechito en el oído derecho, mi lindo angelito - mientras no se desate el zonda, nada podrá arruinarte el bautismo del planeador a control remoto 2 mts de envergadura, que armó pacientemente, pasión-Habbi.

34 piruleiros y el ardor de un pibe...

por nada del mundo hay que perderse esa cara cuando levante vuelo.

sí, claro - me zumba en el izquierdo, uno de mis tantos diablitos - eso si no lo madruga Pampita y se lo hace mierda antes del despegue.

hago oídos sordos, junto pulgar y medio y plin! lo catapulto hacia la nube más alta, gorda y negra.

último sorbo de café y a ponerse en marcha: allá vamos, Turdera!

pd: viste cómo es, no el Tomi? el niño adentro, siempre siempre siempre...
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