lunes, 31 de mayo de 2010

Vívidos episodios difíciles de olvidar


Una vez, hace ya varios años, cuando la vida pintaba otros colores y otras eran las corrientes, los fines de semana solíamos cenar en un restorancito coqueto de un barrio norteño de Buenos Aires. Una noche, le pregunté al mozo, más coqueto y finoli que el barrio, si me sugería las mollejas al verdeo sauvignon blanc, a lo que, con voz elegante de locutor recibido con honores en el ISER, respondió: - Desde luego, Madame. Acto seguido e inclinándose levemente hacía mí, agregó pícaro y susurrante: - Aunque a decir verdad, para mí nada mejor que un buen plato de arroz blanco con dos huevos fritos a caballo.